El Poder de La Oración

En momentos de dolor, pérdida o adversidad, aferrarse a la fe, es muy tranquilizador.

Orar es una acción que lleva a cabo todo ser humano. Está comprobado que los individuos expresaban sus plegarias de diversas formas, desde los tiempos más remotos. Cuando el ser humano percibió su impotencia ante las fuerzas de la naturaleza, su mortalidad y lo efímero de su vida, empezó a expresar sus sentimientos más profundos dirigiendo plegarias a las divinidades, alabándolas y agradeciéndoles.

La religión se desarrolló a partir de la oración, y el deseo y el acto fundamental de orar surgieron antes de que se establecieran las diferentes tradiciones religiosas. En el budismo, el rezo es una expresión de los sentimientos de anhelo, compromiso y gratitud. Sin embargo, dado que uno de los principios preponderantes de esta doctrina es que lo divino se encuentra en el interior de la vida de cada persona, la oración de los creyentes, en lugar de invocar a fuerzas externas, tiene por objetivo despertar aptitudes innatas como la fortaleza, el valor y la sabiduría.

Se recomienda que su oración sea específica y que la enfoquen en asuntos concretos como, por ejemplo, sus problemas, aspiraciones o preocupaciones. El budismo expone que “los deseos mundanos” y la iluminación son inseparables. Asevera que, a través de la oración, “Quemamos la leña de los deseos mundanos y contemplamos ante nuestros ojos el fuego de la sabiduría iluminada». La oración budista es el proceso gracias al cual el ferviente deseo y el sufrimiento se disipa y se transforman en amor compasivo y en sabiduría.

Dicho proceso implica invariablemente la reflexión y, en ocasiones, la dolorosa experiencia de enfrentar nuestras más arraigadas tendencias destructivas.

Orar forma parte de la vida cotidiana; no obstante, la oración solo puede ser genuina cuando va acompañada de la acción. Para triunfar en la vida, es necesario tener determinación, disciplina, orar, y ser creativo.

Mediante la oración, se manifiesta la “naturaleza de buda”, el estado de vida más excelso de cada persona, el potencial que poseen todos los seres humanos, la fuerza vital y misericordiosa del cosmos. Al orar, la vida individual (el yo inferior, con todos sus impulsos y deseos) se fusiona con el ritmo vital del cosmos (el yo superior). Entonces, liberamos la energía inherente a nuestra vida, que nos permite conocernos, perseverar en nuestros esfuerzos y gozar de ilimitada sabiduría y vitalidad.

La filosofía budista sostiene que no existe separación entre el mundo interior de los seres humanos y su entorno; por eso, los cambios que ocurren en lo profundo de la vida de las personas se ven reflejados en sus circunstancias externas. Por lo tanto, la “respuesta” a la oración es el resultado de ese proceso.

La máxima forma de oración es la promesa: la promesa de contribuir a la felicidad y la paz para toda la humanidad.

Al asumir esa promesa como un verdadero compromiso, la vida de la persona armoniza con la del vasto cosmos, y se pone de manifiesto lo más noble y elevado que yace en el interior del ser humano.

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